Las murallas de Valencia servían para proteger la ciudad de
las invasiones no deseadas. La cual
estaba provista de diferentes puertas de acceso y torres para vigilar la
entrada y salida de los que discurrían a
diario los mercaderes, viajeros, visitantes, artesanos entre otros personajes
variopintos.
Para el control, apertura y cierre existía un horario basado
en la luz solar del día, se entraba por la mañana y al caer el sol, cuando
llega la oscuridad, cerraban las puertas sin esperar a nada ni nadie.
Si alguno llegaba después del cierre de las puertas de la
ciudad, se exponía a pasar la noche fuera de las murallas a la intemperie, bien
apoyado en sus muros, o vigilando sus propiedades que viajaba con ellos. En
teoría no era nada malo, solo tenían la esperanza de que la noche gozará de
buen tiempo además estar despejado el cielo para poder disfrutar a lo largo de la noche de la luminosidad
belleza de la luna.
Pero existe una leyenda relacionada con esta causa, que todo
viajero informado no la menospreciaba no la ponía en duda, cuenta esa tradición
que debía llevar anudado al cuello un pañuelo que le cubriese con seguridad la
yugular… Pues los murciélagos estaban para defender la ciudad por la noche, los
cuales anidaban en los huecos de las torres o en el lienzo de la muralla. Haciendo
honor al emblema del escudo de la ciudad atacaban desde allí a todos los individuos
a los que podían morder, de esta manera,
era un firmes defensores de la ciudad, en un momento cuando sin protección, les
vencía el sueño, el murciélago clavaba sus dientes succionando la sangre del
desprevenido.
Al día siguiente era encontrado inerte, tal como se había aposentado
en el lugar que había elegido para pernoctar. Los más afortunados se libraban
por cubrirse el cuello con el brazo, pero estos también podían ser mordidos y
el infeliz que era víctima de una mordedura, pese a defender su garganta como
podía, terminaba muriendo a los pocos días por la infección de la rabia sin
poder recibir ayuda.
De esta anécdota procede el misterio de aquella frase muy
recurrida para identificar la ciudad de valencia “quedarse a la luna de
valencia” es decir quedarse siempre despierto, observando la belleza de la
luna, para no caer en brazos de Morfeo y ser víctima de los furiosos murciélagos,
unos peligrosos transmisores de enfermedades, pera casi increíble, pero estas
criaturas nocturnas que defendieron con todas sus fuerzas las murallas que protegían
la ciudad, se ganaron el honor de ser el símbolo principal del escudo de Valencia, lejos de atribuirle referencias
diabólicas o malignas lo consideran un signo de felicidad y de protección.
El murciélago sobre el escudo de la ciudad. En una reja de las puertas de las torres de Quart. |