lunes, 14 de diciembre de 2015

QUEDARSE A LA LUNA DE VALENCIA

Las murallas de Valencia servían para proteger la ciudad de las invasiones no deseadas.  La cual estaba provista de diferentes puertas de acceso y torres para vigilar la entrada y salida  de los que discurrían a diario los mercaderes, viajeros, visitantes, artesanos entre otros personajes variopintos.
Para el control, apertura y cierre existía un horario basado en la luz solar del día, se entraba por la mañana y al caer el sol, cuando llega la oscuridad, cerraban las puertas sin esperar a nada ni nadie.


Si alguno llegaba después del cierre de las puertas de la ciudad, se exponía a pasar la noche fuera de las murallas a la intemperie, bien apoyado en sus muros, o vigilando sus propiedades que viajaba con ellos. En teoría no era nada malo, solo tenían la esperanza de que la noche gozará de buen tiempo además estar despejado el cielo para poder  disfrutar a lo largo de la noche de la luminosidad  belleza de la luna. 

Pero existe una leyenda relacionada con esta causa, que todo viajero informado no la menospreciaba no la ponía en duda, cuenta esa tradición que debía llevar anudado al cuello un pañuelo que le cubriese con seguridad la yugular… Pues los murciélagos estaban para defender la ciudad por la noche, los cuales anidaban en los huecos de las torres o en el lienzo de la muralla. Haciendo honor al emblema del escudo de la ciudad atacaban desde allí a todos los individuos  a los que podían morder, de esta manera, era un firmes defensores de la ciudad, en un momento cuando sin protección, les vencía el sueño, el murciélago clavaba sus dientes succionando la sangre del desprevenido. 

Al día siguiente era encontrado inerte, tal como se había aposentado en el lugar que había elegido para pernoctar. Los más afortunados se libraban por cubrirse el cuello con el brazo, pero estos también podían ser mordidos y el infeliz que era víctima de una mordedura, pese a defender su garganta como podía, terminaba muriendo a los pocos días por la infección de la rabia sin poder recibir ayuda.

De esta anécdota procede el misterio de aquella frase muy recurrida para identificar la ciudad de valencia “quedarse a la luna de valencia” es decir quedarse siempre despierto, observando la belleza de la luna, para no caer en brazos de Morfeo y ser víctima de los furiosos murciélagos, unos peligrosos transmisores de enfermedades, pera casi increíble, pero estas criaturas nocturnas que defendieron con todas sus fuerzas las murallas que protegían la ciudad, se ganaron el honor de ser el símbolo principal del escudo de  Valencia, lejos de atribuirle referencias diabólicas o malignas lo consideran un signo de felicidad y  de protección.

El murciélago sobre el escudo de la ciudad.
En una reja de las puertas de las torres de Quart.